miércoles, 11 de diciembre de 2013

El psicólogo


- Hola.
- Buenos días. ¿Qué te ha pasado? Pensé que no ibas a venir...
- ¿Cómo no iba a venir? Sabes que suelo ser puntual, pero esta noche no he dormido bien. De ahí el retraso...
- Como es nuestra primera cita, no te lo tendré en cuenta. Simplemente procura que no vuelva a pasar.
- Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir
- Así me gusta. No te preocupes. Siéntate, por favor.
- No me encuentro cómodo en ese taburete. Prefiero estar de pie, si no te importa.
- Como quieras.
- Gracias.
- La verdad es que no se te ve buena cara hoy...
- A ti tampoco.
- No estamos aquí para hablar de mi, sino de ti.
- Era un simple comentario. No te lo tomes a mal.
- Cuéntame. ¿Qué te trae por aquí?
- Deberías saberlo.
- Lo sé perfectamente, pero tienes que ser tú el que me lo cuente.
- ¿Realmente tenemos que hacer ésto?
- Si quieres que ésto funcione, sí. De esa forma podré decirte todo lo que necesitas saber para que te puedas sentir mejor y superarlo todo.
- Esto es una estupidez. Sabes de sobra que todo lo que tú me puedas decir ya lo sé o lo he pensado yo mismo antes.
- Esa no es la actitud. Si realmente crees que esto no va a funcionar, entonces no vuelvas por aquí jamás.
- Es inevitable, volverás a verme mañana, pasado, y al otro, y al otro...
- Lo sé. Por eso, mejor que vuelvas mañana.
- De acuerdo, eso haré.
- Pero hazme un favor. Cuando te duches, hazlo con agua fría. Quiero verte bien la cara.
- Me verás mejor cara, y espero verte mejor cara a ti también.
- Gracias. Seguro que sí.
- ¿Misma hora?
- Sí.
- ¿Mismo sitio?
- Sí.
- Hasta mañana.
- Hasta mañana.

Tras esta breve conversación, salió del cuarto de baño y se fue a desayunar.

La segunda cita iría mejor, pero eso ya es otra historia...

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